Rebelión campesina extremeña


El día que Extremadura se levantó
 
25 de Marzo,
 el verdadero Día de Extremadura



Campesinos extremeños,
tras llevar a cabo la ocupación de fincas.

Trabajadores extremeños
 
Campesinos de Badajoz llevando a cabo
 la ocupación de fincas.


Celebración del 1 de Mayo de 1936,
  Fregenal de la Sierra (Badajoz)
 
 
 Campesinos extremeños 1936.



 
Portada de la revista francesa
 "Regards" de 1936.


Instrucciones de la FETT 
 
Modelo de acta de comparecencia,
 que se adjuntaba con las instrucciones.
Instrucciones de la FETT



Cinco de la madrugada 
del día 25 de marzo de 1936. 

Como por ensalmo, en 280 pueblos
 de Extremadura más de 60.000
 campesinos se concentran 
“provistos de azada y demás instrumentos
 propios para efectuar un deslinde”. 

Sin hacer ruido apenas, 
se juntan en las afueras de los pueblos
 y emprenden el camino hacia las
 3.000 fincas señaladas.

 Se está gestando la ocupación
 de tierras más multitudinaria
 que han visto los tiempos.


Un grandioso movimiento de labradores
 sin tierra, yunteros, braceros y 
jornaleros de toda condición,
 viene buscando la aurora, quebrando 
los albores de una nueva época.

 En el aire tiembla la imperecedera
 utopía campesina, el sueño centenario
 de la reforma agraria.

 “Evitad los choques con las fuerzas 
del orden público.

 Pero ni un solo paso atrás.
 Aquí estoy y aquí me quedo”, 
esa es la consigna.
 Burros, azadas, arados, puños en alto, 
 gritos de Viva la República: 
esas son sus subversivas armas.

 Una conmoción atraviesa Extremadura
 de punta a punta, como lo hacen
 el Tajo y el Guadiana.

 Ese día, ante el asombro de propios 
y extraños, está floreciendo en el campo
 extremeño la semilla sembrada
 durante años de explotación,
 regada con sudor y hambre.

El 25 de marzo ha triunfado.
 No hay guardia civil suficiente para detener
 tanto anhelo de justicia, tanta ansia
 de redención. Una larga resistencia de siglos
 se condensa en esa jornada de liberación. 

En Extremadura, desde tiempos 
 inmemoriales, la tierra ha estado
 concentrada en manos de unos pocos.

 La Corona, la Iglesia,
 las Órdenes Militares, la nobleza,
 la burguesía, los dueños absentistas 
se han ido pasando de mano en mano
 la propiedad de la tierra al tiempo
 que oprimían descarnadamente al
 campesino, manteniéndolo justo en
 el límite de la supervivencia. 

Ahora, en esta primavera insumisa 
está cuajando la repulsa de generaciones
 de jornaleros al desafuero hecho ley,
 al despojo de los bienes comunales,
 a la mercantilización de la tierra, a la desamortización para gloria de la burguesía.

 En este marzo de esperanza resuenan
 las ocupaciones del sexenio revolucionario (1868-1874), el bandolerismo social,
 la asociación Germinal y el primer Congreso
 Obrero en la Torre de Miguel Sesmero (1901),
 los motines del pan, la represión a los
 rebusqueros, el caciquismo, Castilblanco,
 los 600 jornaleros extremeños
 encarcelados en junio de 1934,
 los incontables muertos, la paciente
 siembra de otro mundo posible sin explotación
 donde al fin puedan hermanarse las
 palabras Tierra y Libertad.

“En Extremadura es donde los
 yunteros se habían convertido
 en el grupo campesino más politizado
 de España”, escribió Malefakis.
 O lo que es lo mismo, más consciente,
 más organizado, más capaz de representar
 el interés general de la sociedad.

 La clase obrera campesina de Extremadura
 se hizo pueblo y le dio la vuelta a la vieja
 cantinela del extremeño domesticado;
 como recuerda Víctor Chamorro,
 donde ponía
 “Bienaventurados los mansos
 porque ellos poseerán la tierra
 (de arriba)”, el pueblo inscribió un
 nuevo rótulo: 
 “Bienaventurados los bravos
 que se atrevan a defender su derecho
 a la tierra (de abajo), porque de ellos
 será un trozo de tierra arable, 
 pisable, con la que combatir el hambre
 y con la que cambiar la vergüenza 
 del hambre por la dignidad”.

¿Cómo es posible que la inmensa 
mayoría de los extremeños
 y extremeñas desconozcan la
 mera existencia de esta fecha
 en la que, además, con toda seguridad
 participaron algunos de sus familiares?
 ¿Cómo se explica que este hito
 histórico tan trascendental en la 
historia de Extremadura y de España
 no sea objeto de estudio, al menos, 
en todos los Institutos de nuestra tierra?
 La respuesta está en el presente.

 El 25 de marzo quema.
  A pesar de que han pasado 80 años
 todavía levanta sarpullidos
 entre las clases dominantes.
 Y si quema es porque esa
 fecha resume la historia de
 Extremadura pero, 
sobre todo, porque interpela
 a nuestro presente.


¿qué pasó después del 25 de marzo? 
Después vino la venganza de los
 señoritos, el golpe militar,
 la sangre corriendo a borbotones en
 la Plaza de Toros de Badajoz,
 el plan de exterminio de todos los
 que habían osado participar
en las ocupaciones y asentamientos.

 Como ha explicado magistralmente
 Francisco Espinosa, las ocupaciones 
campesinas, lo que él ha llamado la 
primavera del Frente Popular, son
 el vaso que colma los miedos
 y el afán de represalia de las 
clases dominantes.

 Por si quedaba dudas, Franco se
 instala en el Palacio cacereño 
de los Golfines el 26 de agosto de 1936 
y es allí aclamado como jefe de Estado.

“Hay que dar un escarmiento 
que llegue a la décima generación”,
 afirman sin rubor. La alianza de heraldos, 
caciques, tricornios y bonetes impone 
una represión brutal.

 La nueva situación “
supone tal abismo que sólo puede 
 ser percibido como la materialización
 de un nuevo modo de vida creado
 específicamente para seres 
considerados inferiores y
 carentes de todo derecho”.

Tras la derrota, vuelven el cortijo, el
 “a mandar que para eso estamos”,
Azarías y Paco el Bajo, la humillación como 
cotidianidad para el campesino.

Y después del genocidio político, 
el genocidio social.
 Represión, colonización y emigración 
son las tres palabras que resumen
 los 40 años de dictadura en Extremadura.

 El Plan Badajoz lavaba la cara al
 régimen pero fortificando los intereses
 de los terratenientes. Y al pueblo llano
 se le condenabaa coger la maleta. 
Entre 1950 y 1977
 emigraron de Extremadura
 645.000 personas, es decir, 
 el 45% de su población;
 de esos emigrantes, la mayor parte
 tenía entre  20 y 40 años.

 Este éxodo de miles de jóvenes
 hundió aún más en la pobreza 
y el subdesarrollo a nuestra tierra.

La transición democrática no hizo
 frente a las injusticias estructurales.

 El saqueo de Extremadura continuó
 por otros medios. Los herederos del 
orgulloso terrateniente de la autarquía
 se convirtieron al neoliberalismo o
 al social-liberalismo, pero eso sí,
 pasando a ser los principales 
 beneficiario de las subvenciones
 comunitarias. 

A pesar de los conatos de lucha popular (Valdecaballeros, movimiento
 obrero, jornaleros), las clases
 dirigentes pudieron renovar
 sus élites sin grandes trastornos.
 Y el sueño de la reforma agraria
 se enterraba con paletadas combinadas
 de PER, reconversión agraria y “
feroces” amagos mediáticos de
 expropiación por parte de la Junta.

 Un nuevo clientelismo político que
 tomaba el relevo al veterano
 caciquismo, acompañaba a la 
modernización económica que, en lo
 fundamental, mantenía intactos los 
pilares de las relaciones 
de propiedad y de dominio.

Justamente una de las mejores expresiones simbólicas del gatopardismo en Extremadura,
 del que todo cambie para que nada cambie,
 fue la fecha elegida como Día de Extremadura.
 “¿Se le ha aparecido al presidente de la Junta de Extremadura la Virgen de Guadalupe?”
 preguntó con sorna el diputado 
 comunista Manuel Parejo ante el anuncio 
sorpresivo de la fecha impuesta por Ibarra.
 Mientras que en Andalucía se entronizaba 
el 28 de febrero, momento de afirmación 
del pueblo andaluz frente al gobierno
 central o en Castilla-León se elegía la
 referencia de los Comuneros de Villalar,
 en Extremadura se hacía coincidir
 el Día de la Comunidad con la tradicional peregrinación al Monasterio de Guadalupe, mezclando lo religioso y lo político,
 seleccionando así uno de los emblemas 
preferidos de los resignadores y 
del nacional-catolicismo.

Y llegamos a nuestros días. 
Hace unas semanas se hacía público 
que el jeque árabe propietario del 
Manchester City, Mansour bin Zayed, 
es el nuevo propietario de la Rusal,
 una finca de 8.200 hectáreas en el término municipal de Valencia de las Torres.

 Ya se sabe: en Extremadura la tierra 
sigue siendo “para las ovejas, los
 caballos, las rehalas, los toros de lidia
 y los cerdos ajenos.

 Para el jornalero sólo tierra estrecha
 y la diáspora de sucesivas extremaduras trashumantes” (Víctor Chamorro). 
Y mientras tanto, una nueva oleada
 de emigración se inicia en nuestra tierra.

Ante nosotros, una nueva acumulación
 de capital basada en el despojo
 de las clases populares a la que llaman neoliberalismo o austericidio.

 Pero ante nosotros también el despertar 
del pueblo, la posibilidad de un cambio
 real, por primera vez en décadas. 

Y es ahí donde brilla, como un recuerdo
 en un instante de peligro, la memoria
 del 25 de marzo. Una fecha que nos
 habla del orgullo, del empoderamiento 
y del coraje de un pueblo, que crea
 identidad extremeña. 

Que resume la lucha de las 
generaciones de Extremadura contra
 la explotación, la servidumbre y el 
 subdesarrollo. Que nos dice que ha
 de cumplirse “la voluntad de la Tierra
 que da sus frutos para todos”. 

El 25 de marzo es la Laguna de 
 Ruidera de la historia de Extremadura,
 su momento más alto.

 Ese día germinó la semilla de la
 dignidad extremeña, regada por el
 esfuerzo diario y el coraje continuo 
de quienes no forman parte de la 
historia “oficial” de Extremadura.

Una luz cegadora llega hasta 
nuestros días. No es historia, 
es presente, es tiempo-ahora, es 
pasado de lucha en el que encender
 la chispa de la esperanza.

 Sí, “existe una cita secreta entre 
las generaciones del pasado y 
la nuestra”, como decía Walter Benjamin. 

Y en Extremadura la cita secreta
 inapelable entre las generaciones 
de oprimidos de ayer y de hoy se
 llama 25 de marzo.

 Ha llegado la hora de reclamar 
que éste sea el nuevo 
Día de Extremadura.

25 de Marzo,
el verdadero Día de Extremadura



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